Publicado por el bosque de las fantasías.
Bienvenidos al mundo mágico de la lectura, donde tu imaginación vivirá grandes aventuras cargadas de diversión, este espacio va dedicado a la tolerancia, la convivencia y el respeto en la familia, mediante lecturas. Contagiate y conviértete en un provocador y un cómplice de los que leen y, sobre todo, de los que no lo hacen para que por si mismos descubran el inmenso placer que produce leer.
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sábado, 29 de agosto de 2015
viernes, 28 de agosto de 2015
Uga, la tortuga.
Caramba, todo me sale mal! se lamenta constantemente Uga, la tortuga. Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.
Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.
-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.
- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.
Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.
Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.
- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.
FIN
Cuento de www.guiainfantil.com
El gato con botas
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Había una vez un molinero cuya única herencia para sus tres hijos eran su molino, su asno y su gato. Pronto se hizo la repartición sin necesitar de un clérigo ni de un abogado, pues ya habían consumido todo el pobre patrimonio. Al mayor le tocóel molino, al segundo el asno, y al menor el gato que quedaba.
El pobre joven amigo estaba bien inconforme por haber recibido tan poquito.
-”Mis hermanos”- dijo él,-”pueden hacer una bonita vida juntando sus bienes, pero por mi parte, después de haberme comido al gato, y hacer unas sandalias con su piel, entonces no me quedará más que morir de hambre.”-
El gato, que oyó todo eso, pero no lo tomaba así, le dijo en un tono firme y serio:
-”No te preocupes tanto, mi buen amo. Si me das un bolso, y me tienes un par de botas para mí, con las que yo pueda atravesar lodos y zarzales, entonces verás que no eres tan pobre conmigo como te lo imaginas.”
El amo del gato no le dió mucha posibilidad a lo que le decía. Sin embargo, a menudo lo había visto haciendo ingeniosos trucos para atrapar ratas y ratones, tal como colgarse por los talones, o escondiéndose dentro de los alimentos y fingiendo estar muerto. Así que tomó algo de esperanza de que él le podría ayudar a paliar su miserable situación.
Después de recibir lo solicitado, el gato se puso sus botas galantemente, y amarró el bolso alrededor de su cuello. Se dirigió a un lugar donde abundaban los conejos, puso en el bolso un poco de cereal y de verduras, y tomó los cordones de cierre con sus patas delanteras, y se tiró en el suelo como si estuviera muerto. Entonces esperó que algunos conejitos, de esos que aún no saben de los engaños del mundo, llegaran a mirar dentro del bolso.
Apenas recién se había echado cuando obtuvo lo que quería. Un atolondrado e ingenuo conejo saltó a la bolsa, y el astuto gato, jaló inmediatamente los cordones cerrando la bolsa y capturando al conejo.
Orgulloso de su presa, fue al palacio del rey, y pidió hablar con su majestad. Él fue llevado arriba, a los apartamentos del rey, y haciendo una pequeña reverencia, le dijo:
-”Majestad, le traigo a usted un conejo enviado por mi noble señor, el Marqués de Carabás. (Porque ese era el título con el que el gato se complacía en darle a su amo).”-
-”Dile a tu amo”- dijo el rey, -”que se lo agradezco mucho, y que estoy muy complacido con su regalo.”-
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En otra ocasión fue a un campo de granos. De nuevo cargó de granos su bolso y lo mantuvo abierto hasta que un grupo de perdices ingresaron, jaló las cuerdas y las capturó. Se presentó con ellas al rey, como había hecho antes con el conejo y se las ofreció. El rey, de igual manera recibió las perdices con gran placer y le dió una propina. El gato continuó, de tiempo en tiempo, durante unos tres meses, llevándole presas a su majestad en nombre de su amo.
Un día, en que él supo con certeza que el rey recorrería la rivera del río con su hija, la más encantadora princesa del mundo, le dijo a su amo:
-”Si sigues mi consejo, tu fortuna está lista. Todo lo que debes hacer es ir al río a bañarte en el lugar que te enseñaré, y déjame el resto a mí.”-
El Marqués de Carabás hizo lo que el gato le aconsejó, aunque sin saber por qué. Mientras él se estaba bañando pasó el rey por ahí, y el gato empezó a gritar:
-”¡Auxilio!¡Auxilio!¡Mi señor, el Marqués de Carabás se está ahogando!”-
Con todo ese ruido el rey asomó su oído fuera de la ventana del coche, y viendo que era el mismo gato que a menudo le traía tan buenas presas, ordenó a sus guardias correr inmediatamente a darle asistencia a su señor el Marqués de Carabás. Mientras los guardias sacaban al Marqués fuera del río, el gato se acercó al coche y le dijo al rey que, mientras su amo se bañaba, algunos rufianes llegaron y le robaron sus vestidos, a pesar de que gritó varias veces tan alto como pudo:
-”¡Ladrones!¡Ladrones!”
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El rey inmediatamente ordenó a los oficiales de su ropero correr y traer uno de sus mejores vestidos para el Marqués de Carabás. El rey entonces lo recibió muy cortésmente. Y ya que los vestidos del rey le daban una apariencia muy atractiva (además de que era apuesto y bien proporcionado), la hija del rey tomó una secreta inclinación sentimental hacia él. El Marqués de Carabás sólo tuvo que dar dos o tres respetuosas y algo tiernas miradas a ella para que ésta se sintiera fuertemente enamorada de él. El rey le pidió que entrara al coche y los acompañara en su recorrido.
El gato, sumamente complacido del éxito que iba alcanzando su proyecto, corrió adelantándose. Reunió a algunos lugareños que estaban preparando un terreno y les dijo:
-”Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que los terrenos que ustedes están trabajando pertenecen al Marqués de Carabás, los harán en picadillo de carne.”-
Cuando pasó el rey, éste no tardó en preguntar a los trabajadores de quién eran esos terrenos que estaban limpiando.
-”Son de mi señor, el Marqués de Carabás.”- contestaron todos a la vez, pues las amenazas del gato los habían amedrentado.
-”Puede ver señor”- dijo el Marqués, -”estos son terrenos que nunca fallan en dar una excelente cosecha cada año.”-
El hábil gato, siempre corriendo adelante del coche, reunió a algunos segadores y les dijo:
-”Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que todos estos granos pertenecen al Marqués de Carabás, los harán en picadillo de carne.”-
El rey, que pasó momentos después, les preguntó a quien pertenecían los granos que estaban segando.
-”Pertenecen a mi señor, el Marqués de Carabás.”- replicaron los segadores, lo que complació al rey y al marqués. El rey lo felicitó por tan buena cosecha. El fiel gato siguió corriendo adelante y decía lo mismo a todos los que encontraba y reunía. El rey estaba asombrado de las extensas propiedades del señor Marqués de Carabás.
Por fin el astuto gato llegó a un majestuoso castillo, cuyo dueño y señor era un ogro, el más rico que se hubiera conocido entonces. Todas las tierras por las que había pasado el rey anteriormente, pertenecían en realidad a este castillo. El gato que con anterioridad se había preparado en saber quien era ese ogro y lo que podía hacer, pidió hablar con él, diciendo que era imposible pasar tan cerca de su castillo y no tener el honor de darle sus respetos.
El ogro lo recibió tan cortésmente como podría hacerlo un ogro, y lo invitó a sentarse.
-”Yo he oído”- dijo el gato, -”que eres capaz de cambiarte a la forma de cualquier criatura en la que pienses. Que tú puedes, por ejemplo, convertirte en león, elefante, u otro similar.”-
-”Es cierto”- contestó el ogro muy contento, -”Y para que te convenzas, me haré un león.”-
El gato se aterrorizó tanto por ver al león tan cerca de él, que saltó hasta el techo, lo que lo puso en más dificultad pues las botas no le ayudaban para caminar sobre el tejado. Sin embargo, el ogro volvió a su forma natural, y el gato bajó, diciéndole que ciertamente estuvo muy asustado.
-”También he oído”- dijo el gato, -”que también te puedes transformar en los animales más pequeñitos, como una rata o un ratón. Pero eso me cuesta creerlo. Debo admitirte que yo pienso que realmente eso es imposible.”-
-”¿Imposible?”- Gritó el ogro, -”¡Ya lo verás!”-
Inmediatamente se transformó en un pequeño ratón y comenzó a correr por el piso. En cuanto el gato vio aquello, lo atrapó y se lo tragó.
Mientras tanto llegó el rey, y al pasar vio el hermoso castillo y decidió entrar en él. El gato, que oyó el ruido del coche acercándose y pasando el puente, corrió y le dijo al rey:
-”Su majestad es bienvenido a este castillo de mi señor el Marqués de Carabás.”-
-”¿Qué?¡Mi señor Marqués!” exclamó el rey, -”¿Y este castillo también te pertenece? No he conocido nada más fino que esta corte y todos los edificios y propiedades que lo rodean. Entremos, si no te importa.”-
El marqués brindó su mano a la princesa para ayudarle a bajar, y siguieron al rey, quien iba adelante. Ingresaron a una espaciosa sala, donde estaba lista una magnífica fiesta, que el ogro había preparado para sus amistades, que llegaban exactamente ese mismo día, pero no se atrevían a entrar al saber que el rey estaba allí.
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La mejor familia del mundo.
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—Te ha adoptado una familia, Carlota. Vendrán por ti mañana —dijo.Por supuesto, los otros niños no tardaron en enterarse de la buena nueva.—¡Qué suerte!—¡Que envidia!—¡Felicidades, Carlota!—¿Cómo crees que será tu nueva familia?Carlota cruzó los dedos y pidió un deseo: “Espero que sea la mejor familia del mundo.” Esa noche, Carlota no podía dormir de los nervios y pensó en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de pasteleros! Si la adoptaba una familia de pasteleros, viviría en una pastelería. Podría pasar el día entre tartas, torteles, bollos y bombones, azúcar en las tartas y sorber el merengue de los pasteles de merengue. Tendría palmeras de chocolate para desayunar, comer, merendar y cenar. Sin duda ¡una familia de pasteleros sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… como seguía sin poder dormir, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de piratas! Si la adoptaba una familia de piratas, viviría en un barco pirata. Podría
navegar por los siete mares. Pintar banderas de calaveras y huesos y buscar tesoros de doblones de oro. Luciría un mono en el hombro derecho, un loro en el izquierdo, un parche en el ojo y una pata de palo. Sin duda, ¡una familia de piratas sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… como aún no podía dormir, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de domadores de tigres! Si la adoptaba una familia de domadores, viviría en un circo. Podría pasar el día jugando con los tigres. Rizar los bigotes de los cachorros y contar las rayas.Aunque pensándolo mejor… como seguía sin poder dormir, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de piratas! Si la adoptaba una familia de piratas, viviría en un barco pirata. Podríanavegar por los siete mares. Pintar banderas de calaveras y huesos y buscar tesoros de doblones de oro. Luciría un mono en el hombro derecho, un loro en el izquierdo, un parche en el ojo y una pata de palo. Sin duda, ¡una familia de piratas sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… como aún no podía dormir, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de domadores de tigres! Si la adoptaba una familia de domadores, viviría en un circo. Podría pasar el día jugando con los tigres. Rizar los bigotes de los cachorros y contar las rayas de su pelaje. Llevaría un tigre de bengala al colegio para ser la más popular delrecreo. Sin duda, ¡una familia de domadores sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… como todavía no conciliaba el sueño, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba…¡una familia de astronautas! Si la adoptaba una familia de astronautas, viviría en una nave espacial. Podría visitar todos los planetas. Beber batidos en la Vía Láctea y bailar el hula hop con el anillo de Saturno. Contaría estrellas para dormirse por las noches. Sin duda, ¡una familia de astronautas sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… con sorpresa, Carlota miró la ventana y descubrió que ya se había hecho de día. ¡Había pasado la noche entera sin dormir y su nueva familia ya había llegado a buscarla!
Los Pérez.
Leonor, la nueva madre de Carlota, es funcionaria de correos. No es pastelera pero todas las tardes al volver del cole, nunca se olvida de comprarle a Carlota una enorme palmera de chocolate para merendar. Roberto, el nuevo padre de Carlota, es agente de seguros. No es un pirata, pero le encanta jugar con Carlota a buscar tesoros escondidos en el descampado del barrio. Elvira, la nueva abuela de Carlota, está jubilada. No es domadora de tigres, pero tiene dos gatos, Bigotes y Bruno, que se pasan el día dormitando en su regazo y les encantan las sardinas. Pedro, el nuevo hermano de Carlota, estudia en el mismo colegio que ella. No es astronauta, pero ha decorado el techo del dormitorio con estrellas que brillan en la oscuridad para que él y Carlota puedan contarlas por la noche antes de dormir.
Y así, bajo el cielo estrellado de su habitación, Carlota Pérez por fin pudo dormir y no tuvo que imaginar más.
Había conseguido la mejor familia del mundo.
Aunque pensándolo mejor… como todavía no conciliaba el sueño, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba…¡una familia de astronautas! Si la adoptaba una familia de astronautas, viviría en una nave espacial. Podría visitar todos los planetas. Beber batidos en la Vía Láctea y bailar el hula hop con el anillo de Saturno. Contaría estrellas para dormirse por las noches. Sin duda, ¡una familia de astronautas sería la mejor familia del mundo!
Aunque pensándolo mejor… con sorpresa, Carlota miró la ventana y descubrió que ya se había hecho de día. ¡Había pasado la noche entera sin dormir y su nueva familia ya había llegado a buscarla!Los Pérez.Leonor, la nueva madre de Carlota, es funcionaria de correos. No es pastelera pero todas las tardes al volver del cole, nunca se olvida de comprarle a Carlota una enorme palmera de chocolate para merendar. Roberto, el nuevo padre de Carlota, es agente de seguros. No es un pirata, pero le encanta jugar con Carlota a buscar tesoros escondidos en el descampado del barrio. Elvira, la nueva abuela de Carlota, está jubilada. No es domadora de tigres, pero tiene dos gatos, Bigotes y Bruno, que se pasan el día dormitando en su regazo y les encantan las sardinas. Pedro, el nuevo hermano de Carlota, estudia en el mismo colegio que ella. No es astronauta, pero ha decorado el techo del dormitorio con estrellas que brillan en la oscuridad para que él y Carlota puedan contarlas por la noche antes de dormir.Y así, bajo el cielo estrellado de su habitación, Carlota Pérez por fin pudo dormir y no tuvo que imaginar más.Había conseguido la mejor familia del mundo.
Cuento de Susana López Rubio.
domingo, 23 de agosto de 2015
Rosa Caramelo.
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Había una vez en el país de los elefantes... una manada en que las elefantas eran suaves como el terciopelo, tenían los ojos grandes y brillantes, y la piel de color rosa caramelo. Todo esto se debía a que, desde el mismo día de su nacimiento, las elefantas sólo comían anémonas y peonias. Y no era que les gustaran estas flores: las anémonas- y todavía peor las peonias- tienen un sabor malísimo. Pero eso sí, dan una piel suave y rosada y unos ojos grandes y brillantes.
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Las anémonas y las peonias crecían en un jardincillo vallado. Las elefantitas vivían allí y se pasaban el día jugando entre ellas y comiendo flores.
“Pequeñas”, decían sus papás, “ tenéis que comeros todas las peonias y no dejar ni sola anémona, o no os haréis tan suaves como vuestras mamás, ni tendréis los ojos grandes y brillantes, y, cuando seáis mayores, ningún guapo elefante querrá casarse con vosotras”.
“Pequeñas”, decían sus papás, “ tenéis que comeros todas las peonias y no dejar ni sola anémona, o no os haréis tan suaves como vuestras mamás, ni tendréis los ojos grandes y brillantes, y, cuando seáis mayores, ningún guapo elefante querrá casarse con vosotras”.
Para volverse más rosas, las elefantitas llevaban zapatitos color de rosa, cuellos color de rosa y grandes lazos color de rosa en la punta del rabo.
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Desde su jardincito vallado, las elefantitas veían a sus hermanos y a sus primos, todos de un hermoso color gris elefante, que jugaban por lasabana, comían hierba verde, se duchaban en el río, se revolcaban en el lodo y hacían la siesta debajo de los árboles.
Sólo Margarita, entre todas las pequeñas elefantas, no se volvía ni un poquito rosa, por más anémonas y peonias que comiera. Esto ponía muy triste a su mamá elefanta y hacía enfadar a papá elefante.
“Veamos Margarita”, le decían, “¿Por qué sigues con ese horrible color gris, que sienta tan mal a un elefantita?¿Es que no te esfuerzas?¿Es que eres una niña rebelde?¡Mucho cuidado, Margarita, porque si sigues así no llegarás a ser nunca una hermosa elefanta!”
“Veamos Margarita”, le decían, “¿Por qué sigues con ese horrible color gris, que sienta tan mal a un elefantita?¿Es que no te esfuerzas?¿Es que eres una niña rebelde?¡Mucho cuidado, Margarita, porque si sigues así no llegarás a ser nunca una hermosa elefanta!”
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Y Margarita, cada vez más gris, mordisqueaba unas cuantas anémonas y unas pocas peonias para que sus papás estuvieran contentos. Pero pasó el tiempo, y Margarita no se volvió de color de rosa. Su papá y su mamá perdieron poco a poco la esperanza de verla convertida en una elefanta guapa y suave, de ojos grandes y brillantes. Y decidieron dejarla en paz.
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Y un buen día, Margarita, feliz, salió del jardincito vallado. Se quitó los zapatitos, el cuello y el lazo color de rosa. Y se fue a jugar sobre la hierba alta, entre los árboles de frutos exquisitos y en los charcos de barro. Las otras elefantitas la miraban desde su jardín. El primer día, aterradas. El segundo día, con desaprobación. El tercer día, perplejas. Y el cuarto día, muertas de envidia. Al quinto día, las elefantitas más valientes empezaron a salir una tras otra del vallado. Y los zapatitos, los cuellos y los bonitos lazos rosas quedaron entre las peonias y las anémonas. Después de haber jugado en la hierba, de haber probado los riquísimos frutos y de haber comido a la sombra de los grandes árboles, ni una sola elefantita quiso volver nunca jamás a llevar zapatitos, ni a comer peonias o anémonas, ni a vivir dentro de un jardín vallado. Y desde aquel entonces, es muy difícil saber viendo jugar a los pequeños elefantes de la manada, cuáles son elefantes y cuáles son elefantas,
¡¡ Se parecen tanto !!
Cuento de Adela Turín.
Ilustraciones de Nella Bosnia.
sábado, 15 de agosto de 2015
El Príncipe y el mendigo.
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Erase un principito curioso que quiso un día salir a pasear sin escolta. Caminando por un barrio miserable de su ciudad, descubrió a un muchacho de su estatura que era en todo exacto a él.
-¡Sí que es casualidad! - dijo el príncipe-. Nos parecemos como dos gotas de agua.
-Es cierto - reconoció el mendigo-. Pero yo voy vestido de andrajos y tú te cubres de sedas y terciopelo. Sería feliz si pudiera vestir durante un instante la ropa que llevas tú.
Entonces el príncipe, avergonzado de su riqueza, se despojó de su traje, calzado y el collar de la Orden de la Serpiente, cuajado de piedras preciosas.
-Eres exacto a mi - repitió el príncipe, que se había vestido, en tanto, las ropas del mendigo.
Pero en aquel momento llegó la guardia buscando al personaje y se llevaron al mendigo vestido en aquellos momentos con los ropajes de príncipe.
El príncipe corría detrás queriendo convencerles de su error, pero fue inútil.
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Contó en la ciudad quién era y le tomaron por loco. Cansado de proclamar inútilmente su identidad, recorrió la ciudad en busca de trabajo. Realizó las faenas más duras, por un miserable jornal. Era ya mayor, cuando estalló la guerra con el país vecino. El príncipe, llevado del amor a su patria, se alistó en el ejército, mientras el mendigo que ocupaba el trono continuaba entregado a los placeres.
Un día, en lo más arduo de la batalla, el soldadito fue en busca del general. Con increíble audacia le hizo saber que había dispuesto mal sus tropas y que el difunto rey, con su gran estrategia, hubiera planeado de otro modo la batalla.
- ¿Cómo sabes tú que nuestro llorado monarca lo hubiera hecho así?
- Porque se ocupó de enseñarme cuanto sabía. Era mi padre.
Aquella noche moría el anciano rey y el mendigo ocupó el trono. Lleno su corazón de rencor por la miseria en que su vida había transcurrido, empezó a oprimir al pueblo, ansioso de riquezas.
Y mientras tanto, el verdadero príncipe, tras las verjas del palacio, esperaba que le arrojasen un pedazo de pan.
El general, desorientado, siguió no obstante los consejos del soldadito y pudo poner en fuga al enemigo. Luego fue en busca del muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que había recibido en el hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas.
-Es la señal que vi en el príncipe recién nacido! -exclamó el general.
Comprendió entonces que la persona que ocupaba el trono no era el verdadero rey y, con su autoridad, ciñó la corona en las sienes de su autentico dueño.
El príncipe había sufrido demasiado y sabía perdonar. El usurpador no recibió mas castigo que el de trabajar a diario.
Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para gobernar y su gran generosidad él respondía: Es gracias a haber vivido y sufrido con el pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey.
Y mientras tanto, el verdadero príncipe, tras las verjas del palacio, esperaba que le arrojasen un pedazo de pan.
El general, desorientado, siguió no obstante los consejos del soldadito y pudo poner en fuga al enemigo. Luego fue en busca del muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que había recibido en el hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas.
-Es la señal que vi en el príncipe recién nacido! -exclamó el general.
Comprendió entonces que la persona que ocupaba el trono no era el verdadero rey y, con su autoridad, ciñó la corona en las sienes de su autentico dueño.
El príncipe había sufrido demasiado y sabía perdonar. El usurpador no recibió mas castigo que el de trabajar a diario.
Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para gobernar y su gran generosidad él respondía: Es gracias a haber vivido y sufrido con el pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey.
FIN
Cuento publicado por PEKEGIFS.com
viernes, 14 de agosto de 2015
Daniel y las palabras mágicas.
Te presento a Daniel, el gran mago de las palabras. El abuelo de Daniel es muy aventurero y este año le ha enviado desde un país sin nombre, por su cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja llena de letras brillantes.
En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables que, si las regalas a los demás, pueden conseguir que las personas hagan muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a escuchar sin hablar.
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Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar.
Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que Daniel es mágico, es un mago de las palabras.
Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere.
Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos días, preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te quiero de color azul.
Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir bien:gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.
Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de felicidad de la gente cuando las oye.
Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te abren la puerta de los demás.
Porque si tú eres amable, todo es amable contigo. Y Daniel te pregunta: ¿quieres intentarlo tú y ser un mago de las palabras amables?
Cuento de Susanna Arjona Borrego, España.
jueves, 13 de agosto de 2015
La aventura de los animales de la selva.
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Había una vez un Elefante muy tragón. Cansado de comer las plantas de la selva, decidió irse al Zoológico.
El Elefante llamó a la Tortuga y le contó que se iba al Zoológico y le dijo que llame a los animales que quisieran ir con él, La tortuga dormilona, cansada que no la dejen dormir, le dijo:
Estas loco! Como vas hacerlo? y el Elefante le dijo:
Llámalos a todos! y la Tortuga le contestó - Está bien, está bien .....ya voy.
Entonces vinieron el León malo, triste de no tener niños para asustar y el Mono aburrido de comer plátanos todo el día. Todos ellos decidieron irse al Zoológico con el Elefante.
Al otro día, el Elefante los despertó a todos muy temprano para hacer el plan e ir al zoológico. Se escondieron entonces en un barco que iba a la ciudad. viajaron todo el dia y la noche.
Al día siguiente el Mono se despertó y les dijo a sus amigos: - Llegamos amigos, Estamos en el zoológico!!
Al día siguiente el Mono se despertó y les dijo a sus amigos: - Llegamos amigos, Estamos en el zoológico!!
despierten!!
Esperaron la noche para salir camino al Zoológico, cuando llegaron se encontraron con el avestruz que estaba desesperada por salir del zoológico.
- Porque te quieres ir? dijo la Tortuga
- Porque no tengo espacio para correr, todo el día estoy encerrada en esta jaula - dijo el avestruz. Y el pingüino triste dijo:
-Acá no hay frío amigos
- Si! - le dijo el Gorila fortachón desde su jaula- aquí tampoco podemos salir de nuestras jaulas, ayúdenos a salir!
El Elefante al escuchar lo que le iban diciendo los animales, se puso triste porque no era el zoológico como él pensaba y decidió salvar a los animales del Zoológico y ayudarlos a salir y escapar de su jaulas... Entonces el León malo le dijo:
Estas loco! yo no quiero regresar, yo quiero asustar niños!!!
Estas loco!! dijo el Gorila - sí tú asustas a un solo niño, te dejan sin comer todo el día y te castigan mucho. Aquí los niños vienen a divertirse.
Entonces dijo el León, vamonos de aquí, hay que salvarlos y salir pronto!!
Así comenzaron a abrir las jaulas con las llaves que encontró el Mono en la caseta del guardia que dormía y en silencio salieron todos los animales al puerto.
Al llegar, el encontraron un barco que estaba a punto de partir, corrieron y saltaron y se escondieron en el depósito del barco, para que nadie los viera.
Al llegar a la selva, todos los otros animales los esperaban felices , organizaron una fiesta y no querían volver a quejarse de lo que tenían.
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Un conejo en la vía.
La princesa y el guisante.
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Érase una vez un príncipe que quería casarse, pero tenía que ser con una princesa de verdad. De modo que dio la vuelta al mundo para encontrar una que lo fuera; pero aunque en todas partes encontró no pocas princesas, que lo fueran de verdad era imposible de saber, porque siempre había algo en ellas que no terminaba de convencerle. Así es que regresó muy desconsolado, por su gran deseo de casarse con una princesa auténtica. Una noche estalló una tempestad horrible, con rayos y truenos y lluvia a cántaros; era una noche, en verdad, espantosa. De pronto golpearon a la puerta del castillo, y el viejo rey fue a abrir. Afuera había una princesa. Pero, Dios mío, ¡qué aspecto presentaba con la lluvia y el mal tiempo! El agua le goteaba del pelo y de las ropas, le corría por la punta de los zapatos y le salía por el tacón y, sin embargo, decía que era una princesa auténtica. «Bueno, eso ya lo veremos», pensó la vieja reina. Y sin decir palabra, fue a la alcoba, apartó toda la ropa de la cama y puso un guisante en el fondo. Después cogió veinte colchones y los puso sobre el guisante, y además colocó veinte edredones sobre los colchones. La que decía ser princesa dormiría allí aquella noche. A la mañana siguiente le preguntaron qué tal había dormido. -¡Oh, terriblemente mal! -dijo la princesa-. Apenas si he pegado ojo en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! He dormido sobre algo tan duro que tengo todo el cuerpo lleno de magulladuras. ¡Ha sido horrible!Así pudieron ver que era una princesa de verdad, porque a través de veinte colchones y de veinte edredones había notado el guisante. Sólo una auténtica princesa podía haber tenido una piel tan delicada. El príncipe la tomó por esposa, porque ahora pudo estar seguro de que se casaba con una princesa auténtica, y el guisante entró a formar parte de las joyas de la corona, donde todavía puede verse, a no ser que alguien se lo haya comido.
Publicado por www.bme.es
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miércoles, 12 de agosto de 2015
sábado, 8 de agosto de 2015
Simón el bobito.
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Simón el Bobito llamó al pastelero:
"¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!"
Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero ver ese cuartillo con que has de pagar.
"¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!"
Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero ver ese cuartillo con que has de pagar.
Buscó en los bolsillos el buen Simoncito
y dijo: ¡De veras! no tengo ni unito.
A Simón Bobito le gusta el pescado
y quiere volverse también pescador,
y pasa las horas sentado, sentado,
pescando en el balde de mamá Leonor.
Hizo Simoncito un pastel de nieve
y a asar en las brasas hambriento lo echó,
pero el pastelito se deshizo en breve,
y apagó las brasas y nada comió.
Simón vio unos cardos cargando ciruelas
y dijo: ¡Qué bueno! las voy a coger.
Pero peor que agujas y puntas de espuelas
le hicieron brincar, silbar y morder.
Se lavó con negro de embolar zapatos
porque su mamita no le dio jabón,
y cuando cazaban ratones los gatos
espantaba al gato gritando: ¡ratón!.
Ordeñando un día la vaca pintada
le apretó la cola en vez del pezón;
y ¡aquí la vaca! le dio tal patada
que como un trompito bailó con Simón.
Y cayó montado sobre la ternera
y doña ternera se enojó también,
y ahí va otro brinco y otra pateadera
y dos revolcadas en un santiamén.
Se montó en un burro que halló en el mercado
y a cazar venados alegre partió,
voló por las calles sin ver un venado,
rodó por las piedras y el asno se huyó.
A comprar un lomo lo envió taita Lucio,
y él lo trajo a casa con gran precaución
colgado del rabo de un caballo rucio
para que llegase limpio y sabrosón.
Empezando a apenas a cuajarse el hielo
Simón el Bobito se fue a patinar,
cuando de repente se rompre el suelo
y grita :¡Me ahogo! ¡vénganme a sacar!
Trepándose a un árbol a robarse un nido,
la pobre casita de un mirlo cantor...
desgájase el árbol, Simón da un chillido,
y cayó en un pozo de pésimo olor.
Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco;
y volviendose a casa le dijo al papá:
Taita, yo no puedo matar pajaruco
porque cuando tiro se espanta y se va.
Viendo una salsera llena de mostaza,
se tomó un buen trago creyéndola miel,
y estuvo rabiando y echando babaza
con tamaña lengua y ojos de clavel.
Vio un montón de tierra que estorbaba el paso,
y unos preguntaban: ¿Qué haremos aquí?
¡Bobos! dijo el niño resolviendo el caso;
que abran un grande hoyo y la echen allí.
Lo enviaron por agua, y él fué volandito
llevando el cedazo para echarla en él:
Así que la traiga el buen Simoncito
seguirá su historia pintoresca y fiel.
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